En el ámbito de los mercados, tradicionalmente la ‘hora bruja’ (o triple o cuádruple hora bruja) se corresponde con la última hora de contratación del tercer viernes de los meses de marzo, junio, septiembre y diciembre. En esos meses vencen los contratos trimestrales de opciones y futuros sobre índices y las opciones sobre acciones. Este hecho hace que se observen grandes volúmenes de operaciones que provocan importantes oscilaciones en los precios y, por tanto, volatilidades anormales.
Tras el lanzamiento de los futuros sobre acciones, también se ha extendido el término ‘cuádruple hora bruja’. Y si tenemos en cuenta los vencimientos mensuales, todo tercer viernes de cada mes tendrá su propia hora bruja, aunque las consecuencias en términos de volúmenes negociados y volatilidad no son tan reseñables.
El calificativo de ‘hora bruja’ se ha ido haciendo cada vez más popular entre inversores y operadores por la intensidad con que se espera ese momento y los efectos que desencadena.
La razón que justifica ese adjetivo, el de ‘bruja’, es, precisamente y según BME, ese extra de volatilidad en el precio de los valores cotizados como consecuencia de un momento de extrema conexión entre unos mercados y otros. Y es que las carteras de los distintos valores que estaban cubriendo los derivados se deshacen cuando dichos contratos de futuros y opciones vencen.
Por todo ello, los días con ‘hora bruja’ suelen ser inestables. Jornadas en las que los índices pasan de las ganancias a las pérdidas con mayor facilidad sin que los acontecimientos del ámbito macroeconómico lo justifiquen.