¿Saben quién formuló la célebre frase “Si yo te debo una libra, tengo un problema; pero si te debo un millón, el problema es tuyo”? Permítanme una breve introspección sobre la cita. ¿Qué les sugiere este enunciado? Viene a decir algo así como que las deudas pueden impagarse (sugiriendo incluso que en ocasiones deben impagarse). El autor de la frase interpreta que no hay nada de malo en la acción de no pagar la deuda; ni tan sólo en el hecho de generarla. Es más, advierto en la cita un deseo de culpar a quién presta (de ahí la sugerencia de que sea el prestador quién deba soportar el peso del problema al afirmar categóricamente “el problema es tuyo”). Una ideología nociva en tanto en cuanto causa grave perjuicio al ahorrador. El padre de ésta célebre cita fue John Maynard Keynes.
Una de las cosas que he aprendido durante estos casi 20 años de ocupación en los mercados financieros es que, efectivamente, las deudas pueden no devolverse nunca, lo que no implica una quiebra. Éste es el más básico de los principios de finanzas públicas. La deuda de los gobiernos no tiene porqué ser devuelta nunca, siempre y cuando puedan ser refinanciadas (roll over) de forma ordenada en el tiempo. Pero para que este prodigio extático pueda materializarse (y no se torne en una cualidad pulverulenta), son esenciales dos cosas. (1) Los intereses deben ser satisfechos en tiempo y forma, y (2) la “santidad” de los contratos de deuda debe tener prioridad sobre las promesas electorales y el gasto público (es decir, éste último debe ser mas moderado en la medida que la deuda es mas alta). ¿Les parece mal, esto? Algunos lo llaman “recortes injustos”. A mí, no. Esto me hace pensar en la Navidad. Aquella época en la que los niños le dicen a Santa Claus lo que quieren y los adultos lo pagan. Pues los déficits (gasto público excesivo) son las épocas en que los adultos le dicen al gobierno lo que quieren y los niños lo pagan. En resumen. Siempre que esas dos condiciones se cumplan (pago de intereses a tiempo y prioridad de la deuda sobre gasto), los gobiernos podrán perpetuar su deuda. De ahí mi sonrisa al escuchar el batiburrillo de banalidades del tipo “la deuda no se paga” (cuando en realidad están pensando en quiebras Keynesianas).
Imaginen un país que controla la divisa de reserva y que tiene un nivel de endeudamiento del 1.000% del PIB. En tanto en cuanto esa divisa es divisa de reserva, todos los bancos centrales de los países con superávit por cuenta corriente dentro de la balanza de pagos (y por tanto, con un volumen importante de reservas internacionales en el balance), exigirán tener deuda denominada en esa divisa de reserva; lo que se traduce en un coste inferior de la deuda. En el límite, por la presión de esa demanda, y en un capitalismo deflacionista donde las crisis son siempre por exceso de capacidad y de producto, el coste de la deuda de este país tenderá a cero (como así ha pasado durante los últimos 30 años, y seguirá pasando). Y ahora díganme. ¿Puede ser ese endeudamiento del 1.000% del PIB sostenible? Por supuesto. No es el nivel de deuda lo importante, si no su coste. Una función lineal de su sostenibilidad.
Ya, pero, ¿y un país que no es divisa de reserva? Efectivamente nunca logrará llevar el coste de la deuda al mismo nivel que el país que controla la divisa de reserva (“la exuberante ventaja de ser divisa de reserva”, en palabras del propio Giscard d’Estaing), pero en el mismo capitalismo deflacionista, el coste nominal de la deuda también tenderá a la baja. En tanto en cuanto el servicio de esa deuda es razonable (digamos un 2.3% del PIB, como en el caso de Grecia), será necesario tan sólo un crecimiento nominal del PIB del 2.3% para que el ratio de deuda se estabilice. ¿Imposible? En absoluto. En tales circunstancias (y en ausencia de ideologías que antepongan el cortoplacismo a la perspectiva, la ideología ante la necesidad), la refinanciación podrá desarrollarse con normalidad. Entonces, los gobiernos, lejos de abrazar quiebras Keynesianas (que es lo que pretendía Varoufakis) podrán estabilizar y perpetuar sus deudas (que es lo que proponen los monetaristas como Schauble). Siempre y cuando los dos principios se cumplan.
A algunos de ustedes, todo esto les puede resultar un tanto naíf (o incluso pueril). Sobre todo si miran la elevada de deuda de algunos países. Por mi parte, pienso que es realista proponer un escenario de deudas altas estables. ¿Por qué? Deben saber que una quiebra Keynesiana, en la mayoría de casos, resulta de la voluntad de no pagar, y no tanto de la incapacidad de pagar (como muchos proponen alegremente). Las voluntades son maleables (como acabamos de aprender en el sur de Europa); y eso, definitivamente, es favorable. Adicionalmente, deben ustedes comprender el concepto de “hipocresía constructiva”, imperante en la vieja Europa. En todo sistema político existe un vacío entre las declaraciones públicas y las genuinas intenciones. En Europa, ese vacío es mas bien un océano (de ahí lo de hipocresía). La parte buena es que sobre el papel (lo declarado) los rescates a algunos países exigirán austeridad fiscal (lo que podría profundizar la crisis), pero en la práctica (siempre mas constructiva) esa austeridad siempre se acaba relajando en la medida que los gobiernos entregan reformas en sus pensiones, mercados laborales o privatizaciones. Reformas estructurales que, para algunos, llegan a ser incluso más importantes que la austeridad fiscal. Sí. Las condiciones se dan para que las deudas puedan perpetuarse y evitar así quiebras Keynesianas. Incluso en Europa.
Cordiales saludos
Álex Fusté
Economista jefe de Andbank