Un buen tipo me dijo hace dos días: “estoy en una fase de mi vida en la que lo más bonito que te pueden decir es que es benigno”. Sin duda, un arroyo de sabiduría, reflexión y relativización, concentradas en una simple frase. Me pasé gran parte de mi trayecto de vuelta en tren pensando en ello. Vaya mi agradecimiento a este amigo. Relativizar conlleva relacionar un asunto con otros aspectos, lo que te permite asignar correctamente la importancia debida a las cosas. Causa probable de éxito.
Miren, podemos equivocarnos en las pequeñas líneas. ¿Va a ser un buen mes para el mercado? ¿Va a seguir la corrección? ¿Debo estar este trimestre invertido? Pero nunca debemos equivocarnos en las grandes líneas. ¿Está el mundo en un grado de desequilibrio tal que el colapso es inevitable? (como afirman los A.Edwards, Jim Reid, W.Butler, Icahn, Einhorn, etc…), o por el contrario, ¿la salud económica del mundo está mejor de lo que creemos? (como sugiere un tal Fusté… -perdonen la licencia-).
Fíjense que una equivocación en el primer grupo de preguntas tendrá un coste limitado, equiparable a maltratar un guiso; pero un error en las preguntas posteriores tendría un coste irrecuperable, equiparable a comprometer mi jubilación, ya sea por pérdida, o por dejar de ganar. No voy a responder al primer grupo de preguntas (pequeñas líneas). Más bien se trata de concentrar los esfuerzos en buscar respuestas a las últimas preguntas. Permítanme que utilice la técnica de la relativización (como hizo este amigo-cliente), en la configuración de nuestra conclusión. Para ello debo relacionar los temores que estos analistas mencionan (como la concentración de la riqueza, la menor participación de los salarios en el PIB, etc.) con otros aspectos más globales, para poder así determinar si esos temores son fundados, o si por el contrario, no son mas que un batiburrillo de banalidades. Vamos a ello. El mundo ha experimentado grandes cambios económicos enfatizados con la globalización. Estos cambios pueden definirse con una sola frase: “Integración económica internacional”. Una expresión un tanto pomposa que amenaza con no ir más allá de una retórica elegante, pero que en verdad esconde una certeza muy simple: todo se ha igualado en el mundo; hábitos alimenticios, salarios, etc.
No obstante, existe hoy en los países desarrollados la percepción de que las desigualdades son mayores que nunca; algo que saben explotar muy bien los analistas trasnochados, recordándonos constantemente que eso es el preludio de algo muy malo. El hecho de que las desigualdades se hayan ampliado puede ser cierto a escala local, pero no tengo tan claro que lo sea a escala global. Si todavía no creen que ha habido un rebalanceo global de riqueza, pregúntenle a un chino que ha pasado de tener una renta por cápita de 2.000 US$ (hace escasos años) a 8.000 US$. Muchos divulgadores derrotistas nos aleccionan con sus advertencias dela falta de ímpetu en Occidente, pero no nos dicen que la falta de crecimiento de los salarios en Occidente se pueda deber a que alguien en Oriente se incorporó a competir en la lucha por la producción. Alguien que, por cierto, se llevó el premio. Y ahora les pregunto: ¿Es
eso malo? Por supuesto la respuesta va a depender del lado de la mesa en el que te encuentres. Pero para el que no juega la partida, y la mira
desde una posición mas elevada, la visión probablemente no sea tan mala. En esta “guerra” económica, (recuerden que todo es economía, excepto claro está, para los misántropos y ascetas) la batalla se libra entre dos frentes. Los que buscan supervivencia (pobres) y los que buscan evolución (ricos). Pero no crean que eso sea necesariamente malo. Al fin y al cabo, hasta las guerras tienen algo bueno; y es la forma en que lo igualan todo. Si además, en ésta, no se dispara un solo tiro, pues mejor aún. Vamos a relativizar (comparar), y al mismo tiempo valorar las amenazas que algunos ponen encima de la mesa. Para ello, vamos a conocer algunas de las dinámicas globales más relevantes de los últimos 10-15 años.
1. La economía globalizada ha permitido que el salario real del mundo creciera a tasas promedio del 4% desde 1995. Y que incluso en los peores momentos de esta crisis (2008-2009), los salarios reales crecieron a tasa positiva del +1%. (Informe Mundial sobre Salarios 20104/2015 de la OIT).
2. Si bien es cierto que la participación salarial en el PIB ha ido a la baja en las economías desarrolladas (lo que significa que el beneficio empresarial gana peso en el PIB, ergo, hay concentración de riqueza), esta tendencia no ha seguido el mismo patrón en las economías emergentes. En Turquía, hemos visto un claro aumento de la participación salarial sobre el PIB desde 2011. En Rusia hemos observado un constante aumento de la participación salarial desde el 1999, pasando del 40% al 51%). O en México, donde la participación salarial sobre el PIB ha permanecido más o menos estable y sin deteriorarse en los últimos 10 años. Y todo esto se debe a que en todos estos países emergentes, los asalariados (como porcentaje del empleo total) han aumentado en más de 10 puntos porcentuales en los últimos 15 años. Lo que significa que ha habido mas empresas contratantes. Eso, definitivamente, no es malo.
3. Es una obviedad que la economía globalizada permite (y permitirá) un mayor flujo internacional de los capitales, las inversiones, y mas importante aún, la transferencia tecnológica; lo que está provocando (y provocará) una aceleración de la convergencia global (excepto en aquellos países que por razones políticas, persistan en no abrirse al mundo. Por suerte, serán un numero reducido).
4. Sobre esta convergencia global, y a modo de ejemplo, decir que la mayor parte de los países de Asia Oriental (considerados los más pobres del mundo hace apenas 3-4 décadas), se han convertido en países dinámicos y prósperos en la actualidad, y no tengo razones para pensar que esta dinámica se deba frenar en el futuro.
5. Por lo tanto, es innegable que la economía globalizada ha tenido y sigue teniendo repercusiones distributivas entre los países. No sólo de poder –léase el caso de China-, sino también de riqueza –léase el caso de Brasil, con una nueva clase media determinante-.
6. La economía actual (globalizada) ha motivado políticas de clara orientación al desarrollo, como el modelo de Sustitución de Exportaciones, por el que países como México abrieron sus mercados provocando un cambio estructural de la economía que no hubiera tenido lugar sin la actual configuración de la economía global. Algo que viene repitiéndose, cada vez más, en un mayor numero de países.
7. La economía globalizada ha modelado las repercusiones decisionales de los actos individuales de los estados (muchas veces, dominados por sus elites. Lo que Schattschneier calificó como
“movilización del prejuicio”). El estatus actual en el mundo (derivado de la globalización) ha cambiado el papel de todos los estados en un sentido favorable (y con ello, la política y por
consiguiente, la economía). Por lo pronto, el estatus actual ha perfilado un orden distinto al de las grandes guerras del pasado. La libertad de acción del Estado (que tantas y tantas miserias nos
proporcionó con decisiones unilaterales precisamente por la ausencia de respuestas coordinadas del exterior), se ha metamorfoseado de tal manera que los estados ya no pueden disponer de su soberanía (monopolio de unos pocos caudillos locales) a su gusto y antojo, sino que sus acciones se ven frenadas por fuerzas externas que, en la mayoría de los casos, son más democratizadoras. Quizá por ello no tengamos ya conflictos de magnitud global.
8. No es verdad que hay ahora más organismos que nunca encargados de vigilar las condiciones de trabajo y empleo (Programa IPEC de la organización Internacional del Trabajo). Según informe de la OIT sobre trabajo infantil, 5 millones de niños menores de 15 años dejaron de trabajar en la región de Asia Pacífico, y la erradicación del trabajo infantil está siendo mucho más eficiente en Latino América. Como dijo una compañera recientemente en una red social; el mundo es un lugar extraño, pero no está tan mal como algunos pretenden hacer
creer. No dejen que les pase lo que le pasó a Michel de Montaigne, que murió diciendo: «Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, las mayoría
de las cuales nunca sucedieron”. No sin, al menos antes, relativizar.
Saludos cordiales,
Álex Fuste
Economista Jefe de Andbank