Por supuesto la pérdida, aunque sea temporal, de 5 millones de barriles diarios en el mercado global debe tener un efecto en el precio del crudo. Al fin y al cabo, el mundo consume 100 millones de barriles diarios. Dicho esto, y aunque la disrupción de la producción saudí dure unos días, como así parece, el mundo tiene suficiente stock para evitar una situación de escasez en los próximos días.
No obstante, y esto es ya una reflexión más estructural, se me ocurren tres consecuencias inmediatas a raíz de estos acontecimientos violentos, y que no puedo obviar:
- Los ataques a instalaciones saudíes nos recuerdan a todos que la guerra que este reino mantiene con Yemen está lejos de finalizar y que, guste o no, está ahora más cerca de Arabia Saudita y de sus centros clave de producción. Esto es relevante, pues puede alimentar la idea de que el equilibrio energético es menos estable de lo que era, al menos hasta hace escasas horas; y esto es suficiente para incomodar a muchos agentes del mercado durante un tiempo considerable, especialmente a los CEO de compañías en sectores clave como aerolíneas, transporte o refinerías, que a buen seguro debían preguntarse este domingo si el suministro para las próximas semanas estaba asegurado, y en caso afirmativo, a qué precio. A buen seguro, a primera hora de hoy estaban actualizando sus estrategias de hedging para salvar sus resultados, lo que explica el salto del 10% en el precio del crudo.
- Aramco es ahora un proyecto mucho menos atractivo, pues es más peligroso, lo que sin duda dificultará, y mucho, su colocación en el mercado (una IPO que no logra ver la luz). Esto representa un duro golpe para los intereses del príncipe Mohamed bin Salman, que necesita urgentemente esos fondos para cuadrar el presupuesto del reino, modernizar las instalaciones del país y contribuir al fondo SoftBank Vision para financiar su “Saudi 2030” plan. Objetivos, todos, que requieren un precio estable del crudo en niveles $80/barril. Este revés con Aramco probablemente haga que Arabia Saudita acelere en su política energética encaminada a aumentar el precio internacional mediante el pacto OPEP+.
- Quizás la consecuencia más importante: los ataques de este fin de semana enrarecen el acuerdo de defensa que Arabia Saudita tenía con los EUA. Este acuerdo se remonta a 1945, y fue sellado entre Roosvelet y el rey Ibn Saud. Es fácil imaginar algunos de los términos del contrato: flujo de petróleo barato hacia los EUA, a cambio de compra de armas y una fuerte alianza estratégica que implique defensa. ¿Porqué digo que puede enrarecerse esta relación? Muy sencillo. Cuando alguien compra protección, espera protección, y lo que ha ocurrido precisamente este fin de semana es que un grupo de “rebeldes yemenís han entrado en el espacio aéreo norteamericano”. Esto podría explicar por qué el secretario de estado Mike Pompeo se ha apresurado a apuntar a los iraníes, una decisión que, sin duda, levanta las espadas y caldea el ambiente (y mucho). ¿Por qué? Si Pompeo dice eso, los saudíes, en virtud de su acuerdo de protección, pueden exigir acciones a Washington contra Teherán. Y esto sí que es serio.
Quizás la buena noticia es que, ante unas elecciones en los EUA en 2020, es casi seguro que a nadie en la Casa Blanca, y menos a Trump, le interesa un nuevo conflicto en Oriente Medio que implique altos precios del crudo y aumento de inflación. Pero de lo que estoy más seguro, es de que lo último que Trump querría ver es como Powell (y su Fed) aprovechan el repunte en precios para subir tipos de interés, y de paso darle un corte de mangas diciéndole aquello de: “Lo ves como no tenía que hacerte caso”.
En fin. Mercado complejo en un mundo complejo. Elevamos un peldaño nuestra visión 2019 para el petróleo, que puede mantenerse sostenido hasta que se aclare si las consecuencias de este ataque en el corazón de Oriente Medio van a más o no.
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Cordiales saludos