En estos días se reúnen los principales bancos centrales mundiales, actores claves en los mercados financieros. En el momento de escribir esta nota sólo conocemos lo que la autoridad monetaria japonesa ha decidido: compras ilimitadas de deuda, triplicando la cantidad que hasta la fecha había venido destinando a las adquisiciones de deuda corporativa, junto al mensaje de que hará más si fuera necesario. Más impulso, más tiempo, es la tónica entre los bancos centrales. No sabemos lo que decidirá la FED, pero en estos días
ya ha ampliado, en tiempo y alcance, alguno de los programas vigentes. Ni lo que hará o dirá el BCE, pero las compras a la fecha muestran que a este ritmo en otoño se habría agotado el programa específico para la pandemia. Más apoyo monetario es, prácticamente, seguro.
Lo anterior es más importante aún, si cabe, en el caso europeo, en el que la última cumbre trajo un resultado de “no bloqueo”, pero “no detalles” sobre un probable Fondo de Reconstrucción europeo que podríamos ir conociendo a partir del 6 de mayo. Voluntad favorable, pero tiempo de espera y mientras tanto un BCE presionado para seguir “comprando tiempo” hasta que se acuerde una respuesta conjunta y se implemente.
La clave, para todo, sigue estando en la evolución de la pandemia. Poco cambia el gran dibujo frente a la semana anterior: mejora sí, en agregado, con prolongadas “mesetas” en las cifras de afectados. Nos asomamos a mayo, mes en el que buena parte de los países europeos empiezan con las medidas de desconfinamiento. Prueba y error, estrategias heterogéneas y un obligatorio seguimiento, donde la realización de test es vital.
La mejora de los mercados tampoco ha sido homogénea sectorialmente. El mejor comportamiento de los sectores defensivos frente a los de corte más cíclico invita a pensar en si esta tendencia seguirá a futuro De corto plazo, bien podría ser, habida cuenta de que la cautela persiste en algunos de los mercados menos intervenidos por los bancos centrales, como son las divisas y las materias primas. Poco a poco, a medida que nos acerquemos al verano y que la reapertura de las economías sea más visible, no sería descartable que empezáramos a ver un cierto cambio en esta tendencia.
Dentro de la renta fija, las perspectivas apuntan a tipos anclados en niveles bajos durante tiempo, gracias a la acción de los bancos centrales. Más allá del corto plazo tendremos que vigilar si todo lo hecho en materia monetaria y fiscal genera o no mayor inflación, nada descartable con la vista puesta en 2021. En este escenario, en general, seguimos prefiriendo bonos corporativos frente a gubernamentales, y dentro de los primeros favorecemos a los de grado de inversión frente a High Yield, y entre los de menor rating preferimos Europa frente a EE UU (menor potencial, más sesgado a energéticas). También los periféricos pueden ir ofreciendo oportunidades puntuales interesantes.