¿Pueden las nuevas caídas del precio del petróleo suponer una nueva amenaza para las bolsas a nivel mundial? Esta es una pregunta que me hacen de forma recurrente estos días. Lógico, pues aún conservamos todos en nuestra memoria la conexión fatal entre el desplome del precio del crudo y el ocaso de las bolsas que tuvo lugar en la parte final del 2015 y principios del 2016. ¡Por supuesto que es legítimo temer una reedición del colapso bursátil en caso de un nuevo desmoronamiento del crudo! Por la simple razón de que existe un vínculo tan tóxico como inapelable. Dicho vínculo estriba en que el desplome del crudo hace inviable muchas de las explotaciones no convencionales (algo palpable y notorio, especialmente tras visualizar la purga en el mapa energético de EE.UU en 2015, que pasó de 1900 plataformas a 404, al son del despeñe del crudo).
Pero, ustedes, que ya saben todo esto, lo que realmente desean saber es si hemos aprendido del pasado y los mercados se han adaptado de forma que puedan encajar (hoy) un retroceso en el crudo.
Bien. Debo admitir que el confort con el que el común de los mortales pretende abrigarse me empuja a subrayarles que si la nefasta conexión ya ocurrió en el pasado, lo más probable es que se pueda volver a reeditar. Sin embargo, no estaría siendo justo con ustedes. Les estaría hablando como quien al usar las palabras no fuera una mente, sino una memoria con labios. Les estaría mintiendo pues, en realidad, bien pudiera ser que las bolsas aguantasen un nuevo desplome del crudo. Por supuesto, puedo equivocarme en esto, pero es lo que veo, y voy a ir con ello. Veamos. Hace ya algún tiempo que vengo insistiendo en que el sector energético ha mutado de un mercado monopolístico a un mercado competitivo. Les he hablado de como en un mercado competitivo los precios se fijan en un rango delimitado (por la parte alta) por el coste marginal del productor caro.
Todo ello me hizo pensar en su día que, como todo mercado competitivo, éste se abastece y se ajusta de forma automática en cada nivel de precios, lo que significa que ahora los rangos de cotización van a ser muy firmes. Así ha sido. El rango en el que me he venido apoyando es el del 30-50, tras peinar día a día los datos y la respuesta de la producción global a cada nivel de precio. Por ejemplo, con el crudo cercano a la barrera de los 50 dólares pude observar como el porcentaje de proyectos viables con un crudo inferior a 60 dólares aumentó al 70%, lo que significa mayor oferta y, por lo tanto, un freno a la subida del precio. De la misma forma, en enero de 2016, con un precio alrededor de 30, asistí estupefacto al cierre del 78% de las plataformas en Norte América. Eso, en castellano romance, significa menos producción. De hecho, mucha menos. ¡Ah! Y también un límite a las caídas en el precio.
Sabiendo hoy que el mercado de producción energética se reajusta rápidamente y que, por lo tanto, los rangos van a ser firmes, descartaría tendencias perennes o eternas, tanto del lado de las caídas como de las subidas.
Ante tal cuadro, lo lógico (que no significa lo más probable) es que los pensamientos oscuros de quiebras masivas e inapelables de empresas energéticas no debieran golpear nuestras fatigadas mentes. Si el resto de inversores y agentes del mercado entiende esto como yo lo entiendo (sé que quizá pido demasiado), proclamo que no debiéramos ver un desplome sostenido en los mercados de deuda High Yield, ni tampoco en las bolsas.
Jakob Breitinger pondría rápidamente al descubierto el insoslayable hecho de que no poseo la protuberancia del conocimiento. De acuerdo. Sin embargo, mantengo intacta mi sospecha de que las grandes caídas de los mercados, si es que tienen que ocurrir, no vendrán por el lado de un petróleo barato. Pero esta es ya otra discusión.