¿Qué va a pasar con Deutsche Bank? ¿Y con la banca europea en general? Esta es la sutil manera de recibir los buenos días cada mañana cuando enciendo mi denostada BlackBerry, mientras preparo esa tostada que siempre acaba quemándose, precisamente por sus preguntas.
Yo no soy analista de bancos. Ni siquiera me considero analista. Sé que DB lleva 20 años intentando imitar el modelo americano de banco universal, y mantenerse como principal player en Alemania. Hoy tiene unos fondos propios que apenas alcanzan a la multa que el Departamento de Justicia de los EUA le quiere imponer por la mala comercialización de titulizaciones a mediados de los 2000. Así estamos. Es cierto que DB tendría unos €220 bn en activos líquidos que cubren 30 días de necesidades, y un balance aún suficientemente grande que le permitiría vender parte de esos activos líquidos. El problema es el capital. No les descubro nada ¿verdad? Con un CET1 del 10.8% (muy inferior al de sus comparables americanos, y por debajo del 12.5% de requerimiento standard para los grandes bancos), el pago completo de esa multa dejaría el CET1 en 7.8% según fuentes consultadas. Salir de ese agujero sería difícil pues tal ratio garantizaría que cualquier intento de levantar capital sería algo ineficiente (extremadamente costoso y probablemente afectaría a toda la estructura de funding). No se asusten. Los precedentes históricos sugieren que esa multa se negociará claramente a la baja. A pesar de ello, el problema persistirá. Este es un problema extensible a la banca europea en general, especialmente a aquellos con ratios de capital más bajos. Se enfrentan a ampliaciones ineficientes, y a un crecimiento orgánico en beneficios inalcanzable en un entorno de tipos negativos y curvas planas (y que puede durar).
¿Qué espero entonces para los bancos? Pues lo único que pueden hacer para mejorar los ratios de capital: adelgazamiento de balances agregados (menos beneficio y caídas en las cotizaciones) o ampliaciones extremadamente dilutivas (caídas en las cotizaciones).
Todos los caminos me llevan a cotizaciones deprimidas. En algunos casos, esta dinámica llevará a alguna entidad al punto de resolución: ya sea liquidación o rescate.El caso que nos trae, Deutsche Bank, es un ejercicio muy estimulante de reflexión en el punto en que hoy nos encontramos. Por supuesto, incómodo (todo lo complejo es incómodo), pero estimulante. Deutsche Bank puede seguir a la deriva hasta el final, o puede ser intervenida (rescatada). Una pregunta que me hago cada día es si Berlín permanecerá fiel a la legislación comunitaria sobre resolución bancaria (que prohíbe las inyecciones públicas) o por el contrario, Merkel optará por ofrecer asistencia directa. Yo no sé que hará Ángela con Deutsche Bank, pero cualquier renuncia de Merkel a la regulación comunitaria (por cierto, inspirada por ella misma y contraria a las inyecciones estatales) representará de facto un golpe letal a su credibilidad, pues lleva meses conteniendo a su homólogo italiano en sus pretensiones de aplicar ayudas estatales a la denostada banca italiana. Por otro lado, presumo que habrá en Alemania una gran resistencia a estos rescates, pues ello representa un peligroso juego que podría deslizar a toda la Eurozona hacia un futuro de distribución solidaria de deudas. Un deslizamiento en el que es difícil ver el fondo.
Todo esto, aparte de servir para visualizar el futuro de los bancos y sus cotizaciones, me sirve para descubrir algo sobre el futuro de la política del BCE. Y por lo tanto, sobre el resto del mercado (no solo los bancos). No caigan en el error de situar argumentos a favor y en contra de las políticas del BCE en cada lado de la balanza, en un intento de visualizar la dirección futura de estas políticas. “Si funcionan, continuarán. Si no funcionan, las retirarán”. No funciona así. No habrá consenso sobre su efectividad. Ese ejercicio no les dará un criterio para opinar sobre el futuro del QE y los tipos negativos. Cuando alguien del BCE dice que los tipos negativos han evitado que caigamos en el abismo de la deflación, yo podría decir que los ahorradores y pensionistas que dependen de renta han tenido que doblar su preferencia por activos que generan cupón, lo que ha reducido la velocidad del dinero, acentuando la deflación. O cuando un oficial del BCE afirma que sus políticas funcionan pues ha habido un leve aumento en la concesión de crédito que ayuda a estimular la tímida recuperación, yo podría decir que estas políticas golpean los márgenes bancarios en su actividad de crédito, poniendo en jaque su propia capacidad de prestar (que es la actividad “core” de los bancos). El futuro de la política monetaria no vendrá determinado por esta discusión. Deben mirar a Merkel (otra vez). Angela es, a priori, contraria a estas políticas, pero no puede renunciar a lo que ha venido imponiendo hasta hoy: el fin de los rescates públicos. Ello sugiere que no va a rescatar a Deutsche Bank. Pero también le es muy costoso permitir su caída (recuerden que habrá contagio y que hay elecciones el año que viene), por lo que no se opondrá a las políticas de Draghi. Sí, señores/as, aunque el QE siga golpeando a los márgenes y a los beneficios bancarios, supone también una liquidez extraordinaria y un balón de oxígeno que permite ganar tiempo, al menos, hasta que la cuestión de la capitalización se haga más manejable, política y financieramente. Draghi seguirá por su camino, respondiendo a sus detractores lo mismo que hace tiempo viene diciendo: “Si los bancos se ven afectados por mis políticas, es porque no han adaptado su modelo al nuevo entorno”. Con esto, Mario sugiere que los bancos deben abandonar sus grandes operaciones de investment banking, etc. y pasar a convertirse en máquinas de comisiones.
Así pues, ya tienen encima de la mesa dos conclusiones. Mal futuro para las cotizaciones de los bancos, y aceptación (extensión) de las políticas actuales. El resto ya lo conocen: deuda sostenida, crédito también, emergentes beneficiándose, ausencia de volatilidad en divisas (las principales), etc. ¿Hasta cuando? No lo sé. Espero, tras este ejercicio, que la tostada no se me queme mañana.
Cordiales saludos.
Álex Fusté
Economista jefe